Domingo 8 de Abril, hora punta en el metro de washington. Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del país, se acomoda en una esquina de la estación de metro, justo delante de la papelera, viste una camiseta, jeans y una gorra, saca de su funda su stradivarius de 1713 (valorado en mas de 3 millones de euros), dejando abierta la tapa en la que ha colocado algunas monedas sueltas y como un artista callejero mas, empieza a tocar.
Durante 45 minutos, interpreta varias de las obras mas complejas que se han escrito para violín, durante 45 minutos, 1100 personas pasan por su lado, y tan solo unas pocas de esas personas se detienen al menos unos segundos para disfrutar de la impresionante forma de interpretar de Bell.
Días antes, actuó en Boston, las localidades mas económicas costaban 100$, un día cualquiera en una estación de metro cualquiera mas de mil personas pueden disfrutar de algo único y tan solo los niños son capaces de apreciar la belleza de ese momento, y pararse, mientras sus padres los empujan con prisa para que suban al metro, con prisa por no llegar tarde.
De las 1100 personas que se cruzaron con el, tan sólo 6 se detuvieron un momento. Aproximadamente 20 le dieron algo de dinero suelto, en total recaudó 32,17$
El improvisado concierto de Bell, fue obra de “The Washington post”, y formaba parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las líneas generales fueron los siguientes: en un entorno común a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado? Ya conocemos las respuestas.